Minutos fantásticos o minutos de mierda :-)

Este es el mejor cuento que he leído en mi vida, lo leo si me da tiempo en mis sesiones y algunas personas me han pedido que lo publique porque no lo encuentran.

Los cuentos son fantásticos, especialmente para que los que somos un poco más cortos, porque te explican cosas complejas de manera muy sencilla. A mi siempre me han gustado y después de leer muchos éste es sin duda el que más me ha impactado y más me ha ayudado. Es un poco largo, pero vale la pena. Vale mucho la pena leerlo. No me atrevo a decir de quien es porque lo he visto publicado por diferentes autores, pero lo que si se es que mío no es :-). Allá va!!

“Ésta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador. Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.

Un día, el buscador sintió que debía ir a la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días por caminos polvorientos divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores preciosas; la rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto, sintió que se olvidaba del pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Sus ojos eran los de un buscador y, quizás por eso, descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción: «Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días».

Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía: «Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas».

El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que le conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años… Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.

El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó. Lo vio llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar. «No, ningún familiar —dijo el buscador— ¿qué pasa con este pueblo?, ¿qué cosa tan terrible hay en esta ciudad?, ¿por qué hay tantos niños enterrados en este lugar?, ¿cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que los ha obligado a construir un cementerio de niños?»

El anciano se sonrió y dijo: «Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré. Cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado, y a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo. Conoció a su novia y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?, ¿una semana?, ¿dos?, ¿tres semanas y media? Y después la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una semana? ¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?, ¿y la boda de los amigos?, ¿y el viaje más deseado?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?, ¿cuánto tiempo duró disfrutar de esas situaciones?, ¿horas?, ¿días? Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos. Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ése es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.”

A mi me parece brutal este cuento porque es toda una filosofía de vida. Yo no quiero darle la interpretacion de que hay minutos que disfrutas y otros que no, porque tambien hay momentos tristes inevitables en la vida. Me gusta más entender que hay minutos en los que tu actitud o manera de ser es fantástica y minutos en los que no estamos a la altura, lo cual no quiere decir que siempre hay que star entusiasmados, porque hay momentos muy duros en la vida en los que la tristeza es inevitable, pero en los que la esperanza, el optimismo y el esfuerzo son también admirables.

Si te paras a pensar, la vida consiste en sumar minutos; minutos, horas, días, semanas, meses, años, pero todo empieza con minutos, esa es la unidad que podemos gestionar. Pero igual que en el ajedrez hay dos relojes, en la vida hay dos tipos de minutos: hay minutos fantásticos y hay minutos de mierda. ¿De qué depende que los minutos sean fantásticos o de mierda? Hay personas que creen que la calidad de los minutos depende de las circunstancias, del entorno, de lo que les ocurre. Son un poco merluzos. Luego hay las personas grandes, las que saben que sólo depende de ellas hacer que cada minuto sea fantástico o de mierda, personas que están comprometidas en sumar minutos fantásticos, minutos que tienen sentido en su proyecto de vida, minutos en los que somos las personas que queremos y merecemos ser, aquellos en los que sacamos lo mejor que llevamos dentro.

No vamos a cambiar las circunstancias, nos ocurren cosas cada día que no podemos controlar, eso ya lo sabemos. No se, puede que hoy nos toque poner el lavaplatos. Pues toca, no hay otra, será así te guste o no. Pero hay personas que ponen el lavaplatos despotricando, quejándose, “que guarros sois, siempre me toca a mi, me estoy perdiendo el partido, …”. Pues ala!, a sumar minutos de mierda. Y luego hay otro tipo de personas, aquellas que se lo pasan pipa poniendo el lavaplatos, que lo ponen como si estuvieran montando un “tetris” o “batiendo el record de 24 vasos que metí la última vez”.

En general y salvo circunstancias dramáticas, cada uno tiene la actitud que quiere. No nos damos siempre cuenta de que es una opción personal, a veces heroica, pero que no deja de ser nuestra gran libertad, nuestra gran responsabilidad. En cada instante elegimos nuestra actitud; en cada instante decidimos ser alegres o cenizos, sonreír o no, ser amables o ser unos melones, ayudar a alguien o pasar. Por eso cada instante nos acerca un poquito más a la grandeza como personas, o cada instante nos acerca más a la mediocridad. El truco es este: saber elegir nuestra mejor actitud en cada instante, en cada instante, con las circunstancias que nos van tocando. Saber elegir nuestra mejor actitud en cada momento con las cosas que nos van pasando. Es simple, pero no fácil. Cuando uno va así por la vida esta es apasionante, es como un videojuego en el que van pasando cosas y el reto es saber elegir nuestra mejor actitud pase lo que pase. Al principio cuesta mucho, pero cada vez es más fácil, uno coge el hábito, acaba formando parte de tu manera de ser. Así se suman minutos fantásticos, que son los que todos merecemos. Las circunstancias no las podemos cambiar muchas veces, pero la actitud depende sólo de nosotros. Así, sumando minutos fantásticos, vamos haciendo de nuestra vida una obra de arte. Y para eso estamos en este planeta, para hacer de nuestra vida una espectacular obra de arte. No podemos conformarnos con menos ;-).